
Si sobreprotejo a mi hijo/a todo ira bien porque yo controlo
Esta publicación es una mínima parte de un decálogo o conjunto de pautas básicas que en ICAP hemos bautizado “A B C para la correcta crianza de un menor” pero este punto me ha parecido lo suficientemente relevante como para darle la importancia de convertirlo en una publicación para nuestro Blog.
Si sois excesivamente permisivos con vuestros hijos les estaréis dificultando algunos puntos básicos ya comentados, pero especialmente dos muy básicos para el correcto desarrollo del menor. LA COHERENCIA y el establecimiento de LÍMITES. Los progenitores que lo permiten todo y por ende suelen justificar todo cuanto sus hijos hacen lo hagan bien, mal o regular están practicando la política del “pan para hoy y hambre para mañana”. Cuanto más mayores se hacen sus hijos. Mayores serán sus problemas y con ellos sus consecuencias. Como padres y madres apoyaréis, justificaréis y permitiréis todo a vuestros hijos que crecerán creyendo que su entorno hará lo mismo que hacéis vosotros con ellos. Se convertirán en pequeños dictadores acostumbrados a ser “especiales” y a que todo valga. Pero fuera de la burbuja familiar nadie les tratará así, ni les perdonará una mala acción, ni los verá tan especiales. Llegando a favorecer con nuestro estilo permisivo, justificador y en ocasiones sobreprotector la alienación de nuestro hijo, el que se sienta rechazado, el que se sienta que no encaja, y esto, lo que alimenta son patrones de baja autoestima, sentimientos de inutilidad, aislamiento social, inseguridades, rechazo e incomprensión que se irá tornando en rebeldía. Además, buscará con ansia identificarse con quien sea y tendrá muchísimas más papeletas de acabar comportándose fuera de las reglas sociales estipuladas e incurriendo en conductas de riesgo con tal de sentirse aceptado/a en el futuro. Malas influencias, conductas adictivas, relaciones sexuales de riesgo, etc.… Y para entonces, los años y nuestros patrones de permisividad y justificación tanto en nuestro entorno como con nosotros mismos habrá originado algo ya inabarcable e ingobernable marcando su vida muy negativamente.
En cuanto a la sobreprotección, los progenitores/as creen en ocasiones que si evitas el riesgo evitas el peligro y como queremos mucho a nuestro niño/a pues creemos que esa es la solución. Al evitar el peligro también le evitamos la experiencia o, mejor dicho, la vivencia y con ella la posibilidad de vivirla y de aprender de los errores que ocurran.
Le estaremos negando a nuestro hijo/a la posibilidad de desarrollar un comportamiento adaptativo. Y el que cumpla las normas establecidas para cada situación, eso se llama, responsabilidad. Y también hay que trabajarla para adquirirla y el que desarrolle ciertos niveles de tolerancia al malestar. Algo que sucederá queramos o no muchas veces en la vida y ante lo que hay que estar preparado para el día de mañana ser flexibles, pacientes, con capacidad de adaptación y sentido común. Y no personas rígidas e inseguras con tendencia a depositar sus decisiones en otros por temor a equivocarse. ASÍ DE IMPORTANTE ES ESTE PUNTO Y POCAS VECES NADIE NOS LO DICE. Entre otras cosas porque pocas veces estamos dispuestos a aceptar la realidad.
No estamos diciendo con esto que los padres seáis sargentos de hierro inflexibles. Hay que educar, tener sentido común. Los adultos y, por ende, los que debéis marcar las reglas sois vosotros y no vuestros hijos.
Debéis ser muy pacientes y comprensivos, pero asumiendo que durante el proceso de crianza sucederán acontecimientos, MUCHOS, que nos gusten o no debemos afrontar. No dándolos por buenos para no discutir. Deberemos afrontarlos de cara por dolorosos que estos nos puedan llegar a resultar. ESO ES EDUCAR. LO OTRO MALCRIAR. Hay mucha diferencia.
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Mi hij@ ya sabe saludar, Gracias.
Las habilidades sociales son un conjunto de conductas que aprendidas se manifiestan en situaciones interpersonales, sociales adoptadas y orientadas a la obtención de reforzamientos ambientales o autorefuerzos.
¿Y esto que significa? Básicamente son las habilidades que aprendemos y desarrollamos para relacionarnos con nuestro mundo (entorno, mascotas) y nuestros iguales de una forma apropiada, correcta y natural. Gracias a estas conseguiremos adaptarnos y disfrutar más de aquello que la vida nos depara. Pues serán las reglas o habilidades que tendremos para relacionarnos y disfrutar de amores, amistades, compañerismo, etc. Y además estarán directamente ligadas a las tan demandadas habilidades blandas de la persona, lo cual es vital para una correcta adaptación social, disfrute, crecimiento personal y forma de estar en la vida.
Estas habilidades van desde lo más básico, el saludo inicio de toda relación. Hasta habilidades más complejas, tan fundamentales como la empatía, la sensibilidad, el sentido de la justicia, la moralidad, etc.
Por eso es de vital importancia prestarles la atención que merecen. Y cuanto antes empiecen a transmitirse mejor. Pues como casi todo en la vida, cuanto antes empieces a trabajarlo menos te costará conseguirlo y te ahorraras mucho sufrimiento.
Hay muchos adultos que sufren o son negligentes en la totalidad o parte de estas capacidades y que, por ende, ven limitadas sus vidas hasta niveles patológicos. Precisan de la aceptación de alguien siempre y se pliegan a los deseos del primer ser que le hace sentirse aceptado, aunque su motivación sea aprovecharse o tan solo sentirse superior a su costa. Son incapaces de entablar relaciones de calidad o amistad. Y si alguien con una personalidad formada, seguro y con una buena gestión de estas habilidades va reforzándose positivamente con cada interacción exitosa o tiene herramientas para aceptar un fracaso puntual que le proporcione la vida. Una persona con pocas habilidades sociales por el contrario no gozara apenas de reforzamientos positivos. Tendrá tendencia a no encajar. Se sentirá incomprendida. Pero porque donde otros encontraban reforzamientos naturales y aceptación. Ella obtendrá castigos y se sentirá confusa y perdida.
Está jugando al mismo ¨juego¨ que todos, pero desconocerá las reglas y si me apuráis en casos extremos le faltaran hasta los dados, continuando con la metáfora.
Y acabará recluyéndose, endureciéndose, cayendo en conductas antisociales o rebeldes (como el consumo de sustancias ilegales) o siendo presa fácil de las personas que las harán sentirse aceptadas (algo inaudito para ellos) por lo que harán lo que sea por mantener esa sensación de sentirse parte de algo o alguien plegándose a sus deseos y sacrificando incluso su libertad personal en pro de conservar a quienes les han hecho creerse parte aceptada de algo por primera vez.
Por supuesto, esto no siempre esa así. Hay tantos mundos y reacciones como personas. Pero es importante, valorar estas habilidades en su justa medida. Porque quienes las trabajan, adquieren e incorporan a su ideario personal tendrán mucho ganado para poder vivir en sociedad y alcanzar una personalidad sana y justa.
Mientras que aquellos que no las adquieran tendrán más posibilidades de ser excluidos, marginados y de acabar siendo más dependientes e influenciables.
Puede parecer una pérdida de dinero y tiempo pagar a alguien para que le enseñe a tu hijo cosas tan básicas como saludar, agradecer, expresa opiniones, hacer o recibir cumplidos, preguntar dudas, aceptar críticas, expresar sentimientos, defender sus derechos o decir que NO.
Estas podrían ser las más básicas por poner un ejemplo. Plantéate no solo si tu hijo/a las conoce. Sino si las aplica lo suficientemente bien.
Hay padres que llegan al psicólogo y nos dicen. “Mi hijo ya sabe saludar, gracias. Pasemos a otra cosa”. Pero saluda con una voz que no le sale del cuerpo, evitando el contacto visual y buscando escabullirse.
¿A quién contratarías para tu empresa? A alguien que te mire a los ojos con una sonrisa y te apriete la mano con firmeza y se siente ante ti con educación, pero con la seguridad propia de quien sabe quien es. ¿O el ejemplo anterior en su versión adulta?
Ambos saben saludar. Pero no hay color. A uno su habilidad social básica le abre todas las puertas y al otro no. Uno esta capacitado para alcanzar su objetivo o para resistir el rechazo. El otro no esta preparado ni para una cosa ni para la otra. Y esto es para muestra un botón. El saludo. La más básica de las habilidades. Pues con todas las demás igual. Desde pequeños merece la pena entrenar, adquirir y perfeccionar cuantas mas habilidades mejor pues son herramientas básicas y vitales. Son una de las claves principales para enfrentar y disfrutar de la vida. Así que hay pocas inversiones mejores para nuestros hijos que la correcta adquisición y/o potenciación de sus habilidades sociales.
Invertir en las habilidades sociales de vuestros hij@s es algo que aun a pesar de no estar seguros de necesitarlo al 100%, nunca será una mala inversión.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”.
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Resistencia Versus Alianza Terapéutica = Gratitud
Si doy otra vuelta más con el coche y no encuentro aparcamiento, me voy. Todo psicólogo que tenga consulta privada, ya sea en Almería o en cualquier otro lugar ha escuchado esto más de una vez. Imagino que esto es algo frecuente en consultas de todo tipo.
Generalmente este tipo de…vamos a llamarlo por ahora, comentarios. En realidad son EXCUSAS que los pacientes nos decimos a nosotros mismos (me voy a incluir en esto porque por encima de psicólogo soy humano y lo hago seguro en otros campos de mi vida) para justificar nuestros actos y pacificar nuestras conciencias en caso de no asistir a una cita. En el argot clínico, las denominamos RESISTENCIAS.
Pero digo más. Aún en el caso de asistir, lo cual siempre es de agradecer y un síntoma inequívoco de querer cambiar algo que nos está afectando y limitando nuestras vidas. En la sesión inicial, esa primera toma de contacto en la que confluyen los miedos e inseguridades con las extrañezas y expectativas de todo tipo. Desde el “No se para que vengo” al “me encuentro mal y sé que lo necesito”, pasando por el clásico “es la primera vez que vengo a un psicólogo y estoy un poco nervioso/a”, escucharemos también no solo está expresión de sensaciones (que dicho sea de paso es muy bueno que surjan) sino también EXCUSAS tales como, “He estado a punto de no venir”, “esto no creo que sirva para nada”, “si no llego a encontrar aparcamiento me hubiera ido” de un corte más defensivo e incluso en ocasiones derrotista.
Todo esto es NORMAL. Hay que hacer un ejercicio de empatía básico con cualquier persona da igual su edad, sexo o condición para entender que todos ellos vienen a verte a ti que eres un profesional, y por eso vienen, pero al llegar ven a una persona (y también un entorno que es importante cuidar),que no conocen de nada, ante la cual, poco a poco, de una manera gradual, vamos a ir hablando de todo aquello que habitualmente no hablamos con nadie. Ni siquiera en ocasiones ni con sus más allegados (amigos, pareja, familia, …) en busca de algo en ocasiones que no terminamos de saber muy bien qué es (ya que en cada persona es diferente). Vamos a darnos la oportunidad de auto-conocernos mejor admitiendonos a nosotros mismos fallos, en ocasiones incluso pequeñas “taras”, traumas, sucesos vitales que nos marcaron o determinados rasgos idiosincráticos que jamás admitiríamos tener. O si lo admitiríamos pero no nos permitiríamos reconocernos la incidencia de los mismos en nuestro devenir cotidiano.
Conforme esto pasa, mejor me encuentro. Más confianza tengo en este desconocido que hace una semana o dos lo era, pero ya no lo es. Porque casi sin darme cuenta hemos hablado de tantas cosas algunas importantes, íntimas, personales, otras baladíes, pero que me conoce como nunca creí en esa primera cita que ocurrió no hace tanto, como nunca pensé que me llegaría a conocer. Y todo esto pasa con la misma NATURALIDAD con las que las primeras palabras que se dijeron al verse por primera vez paciente y psicólogo fueron ” estoy un poco nervioso/a, es la primera vez que vengo a un psicólogo”.
Esto es la relación terapéutica. Esta conexión que he intentado definir someramente con palabras (y que como todo lo verdaderamente increíble y casi mágico que nos sucede es imposible de definir) y que tiene un incalculable valor para el correcto desarrollo de la terapia y la obtención de nuestras metas. Y digo NUESTRAS, porque si tú eres mi paciente, tu bienestar, tu superación, tus objetivos son tuyos en primer lugar de eso no hay duda pero yo estoy implicado en ese proceso. Y por tanto, orientado a ser lo más ético y profesional posible en la consecución de tus mejoras, y cuando no pueda haber mejoras, pues este supuesto también se puede dar. Intentaré ser lo más humano y didáctico posible para hacérselo ver al paciente y ayudarle en su proceso de aceptación de sus limitaciones.
La relación terapéutica consigue que quien sufre, encuentre apoyo, desahogo, alivio. No hay formulas mágicas. No se deja de sufrir de hoy para mañana. En esta consulta no hay fármacos para tratar o en ocasiones enmascarar problemas o síntomas. Un colega de profesión una vez me dijo, que el problema por el que la psicología no tenía tirón era porque no dábamos nada físico al paciente. Yo no estoy de acuerdo con él. Nuestras herramientas pueden no ser físicas. Pero quien acude a mi consulta encuentra comprensión, apoyo, acompañamiento, consejo, realidad a veces sin cortapisas, sinceridad, profundidad en un mundo este por el que transitamos caracterizado por la superficialidad, hay crítica también pero objetiva no enjuiciadora, y al final, hay OPCIONES. Opciones de conocernos para ser mejores, para superar obstáculos, para abrirnos a nuevos horizontes y alcanzar aquello que queramos alcanzar como personas. No es un viaje fácil, en ocasiones hay que ASUMIR aspectos que no deseamos ni tocar porque nos resultan desagradables, porque nos dan miedo, o porque nos limitan pero aceptamos ese límite con tal de no mirarlo a los ojos. En cualquier caso, el protagonista de este “viaje” siempre es el paciente y el terapeuta su fiel compañero en ese caminar. Es un viaje personal en el que no estás solo. Pero en el que en última instancia tú decides. Pues tú vida es tuya y de nadie más.
Porque no hay que olvidarse de algo. El paciente acude a terapia por un problema X. Pero la terapia no se realiza sobre el PROBLEMA. La terapia SIEMPRE se hace sobre la PERSONA. De la misma forma que la persona SIEMPRE,SIEMPRE, SIEMPRE es muchísimo más que su problema aunque se encuentre en un punto en el que eso lo ha olvidado.
Por todo esto, quiero desde aquí, dar las gracias a todos y todas cuantos me habéis elegido en estos años. Gracias a vosotros/as he podido escribir hoy con orgullo y el conocimiento que aporta la experiencia estas palabras con conocimiento de causa. Este humilde servidor os agradece el haberle enseñado tanto y permitido experimentar la belleza y la bondad de la relación terapéutica a pesar de la dificultad y la responsabilidad que ella entraña y en el formato de consulta privada que es como mejor y más efectiva resulta sin duda la psicología a día de hoy. GRACIAS.
Y para quienes aun no me conocéis. Espero algún día en caso de que lo necesitéis poder tener la oportunidad de materializar estas palabras y poder ayudar en todo cuanto esté en mi mano como siempre he hecho. GRACIAS también.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”.
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¿ El Tiempo lo cura todo?
Que pregunta esta. ¿Verdad?. Todos a lo largo de nuestra vida hemos escuchado esta frase lapidaria alguna vez. Me atrevo a más. Incluso en según que situaciones nos hemos visto tentados a decirla, o peor aún, la hemos dicho.
Lo cierto es, que no es cierto, valga la redundancia. Y en los momentos en los que esta afirmación tiene tendencia a salir de nuestra boca menos aún. Porque la persona que la recibe está en pleno lecho del dolor y esto no solo no le consuela sino que puede llegar incluso a enojarla y, en ese momento tan doloroso ante una frase tan vacía y equivocada, estaría en su derecho de molestarle si es eso lo que le despierta.
¡OJO!. Quien transmite esa frase equivocada lo hace con la mejor de las intenciones y posiblemente con un estado de ánimo afectado. Con un sentimiento de impotencia porque su voluntad es la de ayudar y mostrar su cariño a los presentes y sus respetos a los ausentes.
¿Donde está entonces el gran agravio?. Pues en que sencillamente, lo que le estas diciendo a ese ser querido y doliente es falso. EL TIEMPO NO CURA NADA. Y al decir eso, estás diciéndole a quien peor lo va a pasar que se va a curar y que todo se va a olvidar. Y no nos damos cuenta de que eso no es lo que esa persona quiere. Ni siquiera es lo que esa persona necesita. Esa persona no quiere OLVIDAR. Ni curarse por la falta de alguien tan querido, y menos aún, en un instante así con su dolor “a flor de piel”.
Tenemos TODOS QUE APRENDER. Que no todo se cura. Que somos seres finitos. Que tenemos límites y no tenemos porque poder con todo. Y que no debemos aspirar a curarnos, sino a aceptar o convivir con situaciones en ocasiones para las que el ser humano no está concebido.
Como sería injusto y triste aspirar al OLVIDO cuando a lo que QUEREMOS aspirar es al RECUERDO de quien nos falta. Con un punto de dolor por su ausencia pero con todo el amor dispensado hacía él o ella porque fue un orgullo y un privilegio el que formara parte de nuestras vidas o fuera carne de nuestra carne.
El tiempo no cura. Tan solo nos permite, QUE NO ES POCO, tener perspectiva. Nos permite pasar del dolor más desgarrador al sosiego y después, nos permite el RECUERDO. Es el formato en el que nos suceden las experiencias mas maravillosas y las tragedias mas horrendas. EL TIEMPO ES EL CANAL A TRAVÉS DEL CUAL FLUYE LA VIDA.
Curar lo que no puede ser curado. Reprimir lo que no nos queda más remedio que aceptar porque así nos ha sido impuesto. Es, en cierto modo también, ir “contra natura” por doloroso o antinatural que nos pueda parecer.
A veces, como psicólogo, en mi consulta de Almería. Algún paciente equivocadamente me ha preguntado; ¿Cuando me voy a curar?, a pesar de haber pasado años. La mayor recuperación se produce cuando haces entender a esa persona que nunca se curará. Que no puede curarse de aquello que no tiene cura. Y que su aspiración no debe ser la sanación, sino la aceptación de aquello que le martiriza.
La ACEPTACIÓN tiene muchas bondades cuando realmente se alcanza. Porque se consigue una autonomía y un bienestar que en absoluto son comparables a la presencia de quien nos falta pero es infinitamente mejor que vivir permanentemente en el dolor de su ausencia, o aún peor, en la negación de su existencia y, por ende, de su legado.
Y para alcanzar esa aceptación. Hay dos grandes aliados. LA PALABRA ( en otro post hablaremos algún día de esto, pero en mi consulta hay una máxima para esto que es: “duelo no hablado, duelo no superado”) Y EL TIEMPO (es el día a día. Inalterable. No se parará nunca por nada ni por nadie. Y VIVIMOS EN ÉL. Tan cierto, maravilloso y en ocasiones implacable como la vida misma).
Así que en momentos así, lo ideal es mostrar tu apoyo con tu presencia. No es tan importante lo que dices como lo que haces. Y lo que haces ES ESTAR. Un abrazo, una mirada, una lagrima, un favor en esos momentos de desajuste total son tu mejor apoyo.
Y si hablas porque la persona que lo está pasando mal así te lo demanda. Es mejor decir ” Ahora hay que darse tiempo para intentar asimilar lo que es imposible de asimilar”. Esta es una afirmación cierta a la par que dolorosa también. Es lo que empieza mañana. En cualquier caso, como decía la canción, “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir“. Pero nunca digáis “El tiempo lo cura todo” porque es un cliché falso. El tiempo no cura y menos aún de aquello de lo que las personas no deberíamos aspirar a ser curadas.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”
www.icapsicologos.es
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¿Pacientes, Usuarios, Clientes?¿Qué soy yo?
Tenemos un lenguaje tan variado y cambiante que ya no sabemos ¿qué somos?, ¿quienes somos?,¿adonde vamos?, y en ocasiones, ni ¿de donde venimos?. Estas son las grandes preguntas existenciales. Lógicamente, contestar estas preguntas es desentrañar los grandes misterios del universo, al menos del nuestro.
Imaginaros mi sorpresa como psicólogo cuando en las aulas, seminarios, foros, etc…empieza a surgir un debate. ¿Como dirigirnos o que nomenclatura usar para el PACIENTE que acude a una consulta de psicología en Almería o en cualquier otro lugar?.
Voy a desentrañar ya el gran misterio y desde el principio me voy a “mojar”. Para mí personalmente, como psicólogo, aquellas personas que depositan su confianza hasta el punto de cruzar mis puertas y acudir a mi consulta para hacerme depositario de sus problemáticas, limitaciones, complejos, debilidades, fortalezas, sueños y anhelos, de sus alegrías y sus penas, de sus logros, de sus victorias y derrotas, e incluso de sus parejas nuevas o antiguas, trabajos o hijos. En una palabra, de sus VIDAS. SON, al menos en su etapa inicial, PACIENTES.
Mis pacientes no son unos pacientes cualquiera. Son los míos.Quienes me han elegido a mí para acompañarlos y guiarlos por su proceso de terapia en la búsqueda de un mayor auto-conocimiento para salir de una situación que les genera malestar o les limita en su vida diaria de una u otra forma. Para buscar apoyo, desahogo, movilización, cambio, consejo, mediación …Hay multitud de de demandas diferentes, como hay multitud de problemáticas, ya que cada persona es un mundo complejo en sí misma y aquí no existen plantillas mágicas por muchos protocolos de actuación que se publiquen. Todo es orientativo, pero cada persona es única, y por ende, cada tratamiento también.
¿Esto a qué viene?. Os estaréis preguntando. Pues viene a que se está extendiendo la tendencia (que palabra está tan de siglo XXI) de que llamar a quien hace uso de una consulta en el ámbito de la sanidad en general, no solo en el ámbito del psicólogo en particular ES ESTIGMATIZADOR. Y que lo políticamente correcto (otra expresión Siglo XXI sin parangón) es referirse a quienes acuden a una consulta como CLIENTES O USUARIOS.
Claro, esto “a priori” puede parecer una tontería, pero no imagináis lo que un sanitario usa esta nomenclatura a lo largo del día en su versión hablada o escrita. Así que no es tan baladí como parece. De hecho, el post de mi Blog hoy es para hacer una reivindicación mas que una divulgación, que también.
Resulta que llamar a un paciente, paciente (valga la redundancia) es ESTIGMATIZADOR. Pero llamarlo depresivo por estar triste habiendo motivo. O que debido a cambios personales te sientas mal y se le diagnostique un trastorno adaptativo, o que al niño inquieto se le tache de TDHA. Todo ello, por norma general, con tratamiento farmacológico porque toda enfermedad requiere de un tratamiento. NO LO ES.
Es algo que cuanto menos si lo pensamos resulta sorprendente. Como nos inventamos términos para referirnos a todo aquello que ya tiene nombre pero camuflandolo. Así que ahora lo aconsejable es que alguien que acuda a consulta sea un usuario o cliente.
A mi, como psicólogo y sanitario me parece aberrante llamar usuario a un paciente. No soy windows, ni formamos parte de un sistema operativo. Y la persona que tengo ante mí es de carne y hueso. No está compuesta de unos y ceros. Para los puristas de la informática, esto salta por los aires cuando la consulta es por webcam o videochat pero aún así la persona que hay tras la webcam sigue siendo una persona por muy lejos que esté. Me niego a llamar usuario a nadie, ya que en conciencia creo que no es el término apropiado. Igual que cliente. Es cierto que este término podría utilizarse en tanto en cuanto existe una contraprestación económica entre nosotros pero ¿Qué te vendo yo?. La psicología no vende nada material. Ofrece un servicio como cualquier otra actividad sanitaria que se precie. Las personas en ocasiones pagamos por un servicio y nos consideran clientes. Por ejemplo, los bancos. ¿En qué me parezco yo como psicólogo a un banco?.¿En qué se parece mi trato hacia ti y hacia un conocimiento profundo y sincero, por tu vida en general y por tus problemáticas y sentires en particular, a como te va a tratar un banco?.
En conclusión. No distorsionemos el lenguaje que es hermoso tal y como está cuando sabemos usarlo. Es parte de nuestra identidad y no hace falta pervertirlo para crear tendencia o ser moderno. La palabra PACIENTE es la apropiada y es cero estigmatizante. Es la que mejor define NO A LA PERSONA, que es la palabra vital de la que surgen todas. Sino el momento por el que pasa la persona. La definición de paciente, que parece que se nos olvida, en una de sus acepciones define a aquel o aquella que PADECE. Todos somos pacientes alguna vez en la vida por algo y de alguien. Y no solo no es estigmatizante. Para mi es un honor ser paciente de mi medico, de mi enfermera, de mi fisioterapeuta, etc… cuando los necesito. Porque son personas de mi total confianza, queridos, respetados y garantes de mi salud. Como así espero que me vean a mí mis pacientes. PERSONAS todas, por encima de todo término que me conocieron o descubrieron incorporandome a sus experiencias y a sus vidas en el momento en que por lo que fuera padecían. Es una palabra hermosa, definitoria (en tanto en cuanto hace honor a la verdad) y romántica en el argot sanitario que no debe caer en desuso ni ser sustituida por ninguna otra en base a una mal entendida corrección política, tendencia o moda. Esta es mi reivindicación sanitaria y mi opinión personal al respecto. Respeto quien piense de una forma distinta a mi, pero mi principio y alegato es este.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”.
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¿El paciente “siempre” miente?
Cuando alguien acude a terapia. Nuestra función consiste en primer lugar, en valorar y detectar el verdadero problema que la ha llevado a venir a consulta. Este no siempre se corresponde con el motivo de consulta inicial que quien sufre propone.
Esta “ocultación” en ocasiones es intencionada (lo cual, si lo piensan, es lógica. Puesto que aún no nos conocemos. Y las personas, TODAS. Por instinto, tendemos a preservarnos hasta no conocer o saber más acerca de quien es este otro ser humano que tengo enfrente por muchos títulos o buenas referencias incluso que tenga). Con esto cuento siempre y es algo que se subsana conforme se va creando un vinculo terapéutico caracterizado por una relación sana, empática y de calidad.
En otras ocasiones, ocurre que esta “ocultación”, a la que ya hemos hecho referencia anteriormente, es totalmente Inintencionada porque en nuestro afán por protegernos o preservarnos, ideamos un complejo sistema defensivo en torno al cual vivimos y seguimos para adelante. Suele ocurrir, cuando esto pasa, que bien por algún episodio vital, porque el sistema ideado para tal fin falle o porque algún malestar o síntoma quede fuera de su control. Que dicho paciente venga para intentar solucionar ese pequeño síntoma que le supone engorroso y/o dificulta su vida. Es por este motivo que cuando indagamos en el problema inicial, vamos siguiendo un hilo que con el paso de las consultas, una buena relación terapéutica y un conocimiento de su entorno y psique nos llevará irremediablemente a la gran maraña que se haya tras su sistema defensivo. Y es ahí donde el problema inicial se convierte en síntoma anunciador del verdadero problema de fondo.
También se dan situaciones en las que las personas vienen muy conscientes del porque de sus malestares, y no tienen aún un complejo, organizado y elaborado sistema defensivo “que derribar”. Depositan su confianza ciegamente en su psicólogo/a y en la terapia. Debo decir a titulo personal, que suelen ser pacientes jóvenes o muy mayores. Por norma general con afectación por problemas de la vida cotidiana, rupturas sentimentales, malas experiencias y suelen ser pacientes con muy buen pronóstico, resultados excepcionales y muy satisfactorios de tratar dado su carácter incondicional.
Y por último, en esta somera clasificación. También debemos incluir a aquellos quienes buscan utilizar la terapia para algún fin. No suelen ser especialmente gratificantes en contraposición a quienes hemos citado anteriormente. Son pacientes que vienen con segundas intenciones u obligados por sus circunstancias para “hacer méritos” o hacer ver a su entorno más cercano que están poniendo de su parte para resolver su problema. O pacientes que vienen obligados al psicólogo para “cubrir el expediente” y contentar a alguien. Son muy usuales en adicciones, problemas de pareja (para recuperar o mantener status, no con intención de cambiar) o comportamientos desafiantes durante la adolescencia, por ejemplo. Aunque son casos, ante los que debemos tener una alta tolerancia al fracaso debido a la ausencia de voluntariedad del paciente por mejorar. En estos casos, también debemos dar lo mejor de nosotros mismos como profesionales de la psicología porque; en primer lugar, SIEMPRE, tengamos “el viento de cara o en contra” debemos ser profesionales y aspirar a ayudar a nuestro paciente. Y en segundo lugar, porque cuando consigues resultados positivos con ellos, el sentimiento de haber sido útil es también especial, siempre lo es, pero en estos casos además, somos sabedores de su dificultad.
En conclusión, lo que si debemos tener claro es que en todos los casos debemos ser responsables, humanos y empáticos. Pues, en todos ellos, estamos tratando con personas que además sufren por estar pasando por un mal momento en sus vidas. Da igual cual o su gravedad. Padecen por algún motivo. Pueden ser muy vulnerables y depositan en nosotros, sus terapeutas, una gran confianza que les debe ser correspondida con cercanía y profesionalidad. Los pacientes no mienten. Se protegen hasta conocernos y estar seguros de que somos dignos de su confianza por norma general. Esto es humano, lógico y es parte de nuestro trabajo darnos a conocer ante ellos para que acaben depositando su confianza en nosotros como en ocasiones nunca han hecho antes con nadie. Es una parte fundamental, hermosa y casi me atrevería a denominarla de romántica de la psicología y del oficio de ser psicólogo. Es la base de todo, la creación de una relación terapéutica sana y de calidad.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”
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¿Por qué ICAP-Instituto Clínico Almeriense de Psicología? – Manifiesto
Quiero pensar que en cierto modo el ICAP nace como en su momento surgieron de la nada las grandes obras literarias, cinematográficas o las más variadas corrientes de pensamiento. Todas ellas llegaron a ser grandes, incluso algunas eternas, porque aunaban el esfuerzo con la vocación y con la NECESIDAD PERSONAL de sus autores de CREAR semejantes maravillas para concebirlas de la mejor manera posible, tal y como querían sus creadores que fueran, y por tanto, no de otra manera.
¿ A qué viene este principio megalómano?. A que ICAP surge por mi necesidad personal de ejercer mi oficio, la psicología, mi vocación, de la manera más LIBRE Y PERSONAL posible.
Vivimos en un mundo en el que la psicología, el prestarnos a que en un momento determinado nos ayuden y/o nos dejemos ayudar es hoy más relevante que nunca.
Vivimos en una sociedad a la que no le falta de nada, pero a la que a su vez, paradójicamente, alimenta un vacío interior que muy comúnmente nos hace pensar que nos falta de todo.
TODOS TENEMOS PROBLEMAS. Y todos ellos están convenientemente etiquetados para ser tratados, a ser posible farmacológicamente.
La tristeza es depresión, y la depresión tristeza. La angustia es ansiedad. La “locura” esquizofrenia. La soledad es una plaga enmascarada como síntoma del estado de ánimo. El cumulo de problemas o insatisfacciones es insomnio y los niños inquietos por naturaleza son TODOS hiperactivos o padecen un trastorno de atención.
La sociedad en que vivimos, la que conformamos todos, nos marca hoy más que nunca, quienes debemos ser, como debemos ser y cuando debemos serlo. Es muy usual atender a gente joven y mayor, que están mal porque no están donde deberían estar, no son lo que deberían ser, ni tienen lo que deberían tener (trabajo, casa, hijos, pareja, etc…). Y como están en ese punto, hay que buscar a alguien a quien culpabilizar, y en muchas ocasiones, culpan a todo el mundo sin excepción (insatisfacción y amargura) o se auto-inculpan (no soy lo suficientemente bueno/a, atractivo/a, inteligente, etc…) con la crisis de identidad y la merma de autoestima que eso conlleva.
Hoy especialmente, Sabemos el precio de todo, pero desconocemos el valor de nada. El ser humano actualmente está tan mediatizado, dirigido y aleccionado por su entorno para ser tan ideal, que por el camino ha perdido la esencia de lo que somos. SU GENUIDAD. Y eso no nos lo devolverá un tratamiento farmacológico, desgraciadamente debo añadir. Ojala fuera tan fácil. La pastilla, en todo caso, podría ser una “ayuda” más, nunca LA SOLUCIÓN. Y admito que en ocasiones es un recurso fundamental y nada desdeñable. Pero no siempre. No todo problema o malestar es un diagnóstico y tratamiento. Es por ello que vivimos en una sociedad excesivamente patologizada y sobremedicada, e incluso la inmensa mayoría de médicos están de acuerdo con esta afirmación.
He enumerado una milésima parte de las problemáticas que padecemos en sociedad. Se podría hablar largo y tendido de adicciones como refugio a nuestros problemas, fobias, duelos, violencia de género, pensamientos recurrentes, alienaciones, obsesiones, mobbing, bullyng, trastornos alimenticios y no acabaríamos.
La Psicología por todo ello es hoy muy necesaria. No digo con esto que sea la solución a todos los males ni mucho menos. Pero tal y como yo la entiendo nos da la oportunidad real de contar aquello que no quiero o no me atrevo a contar. Nos da la oportunidad de profundizar en nuestro ser más interno de una forma segura. Acompañados de alguien que busca nuestro bien de una forma profesional, cercana, leal pero objetiva para no incurrir en autoengaños, que favorecerá nuestro des – ahogo (palabra infravalorada pero para nada baladí) y que está junto a nosotros para hacernos ver nuestros problemas tal y como son, y no como creemos que son. Para identificar, orientar e intentar movilizar a la persona hacia posibles soluciones, siempre que el paciente así lo desee, ya que es en última instancia él o ella quienes deciden. Pero siempre sustentados y acompañados por la presencia y el buen hacer del terapeuta en su caminar.
Así es como yo entiendo que debe practicarse mi oficio, y es por ello que fundé ICAP. Para poder trabajar LIBRE bajo estas premisas y no bajo otros parámetros, en ocasiones impuestos, tales como productividades, volumen de negocio, estadísticas personales, etc…
Considero de suma importancia poder dedicar TIEMPO a mis pacientes y sus problemáticas. El que yo creo necesitar para mí. Es por ello que ofrezco un seguimiento en mis instalaciones muy exclusivo y personalizado. Porque puedo. Porque ese es mi privilegio. Algo que por ejemplo, los seguros médicos o la sanidad pública, a través de Salud Mental, no pueden ofrecer por una mera cuestión de formato (mucho volumen de casos – porque en estos dispositivos los pacientes son casos – y poco tiempo para dedicarles sumado a la imperiosa necesidad de tener que ofrecer un servicio. Lo cual se traduce en visitas cortas y espaciadas, de tanta gente a la vez que a veces cuesta acordarse siquiera del caso. Fundamentados, para ser más operativos, en un modelo bio-médico. Que se traduce en valoración de síntomas, diagnóstico -“etiqueta”, estigmatizadora en ocasiones y, no siempre necesaria –medicación si se precisa y psicoterapia de apoyo). OJO. No estoy criticando con esto a los excelentes profesionales que trabajan en estos servicios. Tengo el placer y el honor de conocer a algunos de ellos. Algunos buenos amigos y todos sobradamente capaces e incluso brillantes en lo suyo. Critico el MODELO que los limita. El FORMATO, si queremos llamarlo así, de la salud mental actual, que es en todo momento al área al que me estoy refiriendo. Nuestro sistema nacional de salud es la envidia a nivel mundial y el nivel es altísimo, aunque se esté resintiendo por la crisis y las malas gestiones o el aumento de privatizaciones convirtiendo la salud en un negocio más que en un servicio. Pero esto son otras lides en las que además no tengo conocimiento suficiente para opinar. Yo me refiero a la salud mental ambulatoria, tanto pública como a nivel de aseguradoras, que si conozco y que funciona a mi modo de ver con un modelo fallido y si me apuráis perverso. Es un sistema que no funciona. No es el idóneo para conseguir la mejor y pronta recuperación del paciente. Y por supuesto, No es mi modelo. El ICAP tiene el compromiso personal que nos otorga nuestra libertad personal de no atender más de 4 pacientes diarios, para asegurar nuestra disponibilidad, trato personalizado y favorecer en la medida de nuestras posibilidades la recuperación y lo que todo paciente que acude a consulta ansía, mejorar y dejar de padecer cuando sea esto posible.
Y para aquellas personas a las que no podamos ayudar, poder orientarlas o derivarlas a profesionales de nuestra confianza que sean mejores en esas áreas. Pues siempre hay que trabajar desde el compromiso y la responsabilidad personal en la búsqueda de aquello que sea mejor para nuestros pacientes.
Esto es el ICAP. Tal y como se ha concebido. Y es un inmenso honor hacéroslo llegar y poder trabajar en pos de todos/as cuantos nos necesitéis.
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