
Mi hij@ ya sabe saludar, Gracias.
Las habilidades sociales son un conjunto de conductas que aprendidas se manifiestan en situaciones interpersonales, sociales adoptadas y orientadas a la obtención de reforzamientos ambientales o autorefuerzos.
¿Y esto que significa? Básicamente son las habilidades que aprendemos y desarrollamos para relacionarnos con nuestro mundo (entorno, mascotas) y nuestros iguales de una forma apropiada, correcta y natural. Gracias a estas conseguiremos adaptarnos y disfrutar más de aquello que la vida nos depara. Pues serán las reglas o habilidades que tendremos para relacionarnos y disfrutar de amores, amistades, compañerismo, etc. Y además estarán directamente ligadas a las tan demandadas habilidades blandas de la persona, lo cual es vital para una correcta adaptación social, disfrute, crecimiento personal y forma de estar en la vida.
Estas habilidades van desde lo más básico, el saludo inicio de toda relación. Hasta habilidades más complejas, tan fundamentales como la empatía, la sensibilidad, el sentido de la justicia, la moralidad, etc.
Por eso es de vital importancia prestarles la atención que merecen. Y cuanto antes empiecen a transmitirse mejor. Pues como casi todo en la vida, cuanto antes empieces a trabajarlo menos te costará conseguirlo y te ahorraras mucho sufrimiento.
Hay muchos adultos que sufren o son negligentes en la totalidad o parte de estas capacidades y que, por ende, ven limitadas sus vidas hasta niveles patológicos. Precisan de la aceptación de alguien siempre y se pliegan a los deseos del primer ser que le hace sentirse aceptado, aunque su motivación sea aprovecharse o tan solo sentirse superior a su costa. Son incapaces de entablar relaciones de calidad o amistad. Y si alguien con una personalidad formada, seguro y con una buena gestión de estas habilidades va reforzándose positivamente con cada interacción exitosa o tiene herramientas para aceptar un fracaso puntual que le proporcione la vida. Una persona con pocas habilidades sociales por el contrario no gozara apenas de reforzamientos positivos. Tendrá tendencia a no encajar. Se sentirá incomprendida. Pero porque donde otros encontraban reforzamientos naturales y aceptación. Ella obtendrá castigos y se sentirá confusa y perdida.
Está jugando al mismo ¨juego¨ que todos, pero desconocerá las reglas y si me apuráis en casos extremos le faltaran hasta los dados, continuando con la metáfora.
Y acabará recluyéndose, endureciéndose, cayendo en conductas antisociales o rebeldes (como el consumo de sustancias ilegales) o siendo presa fácil de las personas que las harán sentirse aceptadas (algo inaudito para ellos) por lo que harán lo que sea por mantener esa sensación de sentirse parte de algo o alguien plegándose a sus deseos y sacrificando incluso su libertad personal en pro de conservar a quienes les han hecho creerse parte aceptada de algo por primera vez.
Por supuesto, esto no siempre esa así. Hay tantos mundos y reacciones como personas. Pero es importante, valorar estas habilidades en su justa medida. Porque quienes las trabajan, adquieren e incorporan a su ideario personal tendrán mucho ganado para poder vivir en sociedad y alcanzar una personalidad sana y justa.
Mientras que aquellos que no las adquieran tendrán más posibilidades de ser excluidos, marginados y de acabar siendo más dependientes e influenciables.
Puede parecer una pérdida de dinero y tiempo pagar a alguien para que le enseñe a tu hijo cosas tan básicas como saludar, agradecer, expresa opiniones, hacer o recibir cumplidos, preguntar dudas, aceptar críticas, expresar sentimientos, defender sus derechos o decir que NO.
Estas podrían ser las más básicas por poner un ejemplo. Plantéate no solo si tu hijo/a las conoce. Sino si las aplica lo suficientemente bien.
Hay padres que llegan al psicólogo y nos dicen. “Mi hijo ya sabe saludar, gracias. Pasemos a otra cosa”. Pero saluda con una voz que no le sale del cuerpo, evitando el contacto visual y buscando escabullirse.
¿A quién contratarías para tu empresa? A alguien que te mire a los ojos con una sonrisa y te apriete la mano con firmeza y se siente ante ti con educación, pero con la seguridad propia de quien sabe quien es. ¿O el ejemplo anterior en su versión adulta?
Ambos saben saludar. Pero no hay color. A uno su habilidad social básica le abre todas las puertas y al otro no. Uno esta capacitado para alcanzar su objetivo o para resistir el rechazo. El otro no esta preparado ni para una cosa ni para la otra. Y esto es para muestra un botón. El saludo. La más básica de las habilidades. Pues con todas las demás igual. Desde pequeños merece la pena entrenar, adquirir y perfeccionar cuantas mas habilidades mejor pues son herramientas básicas y vitales. Son una de las claves principales para enfrentar y disfrutar de la vida. Así que hay pocas inversiones mejores para nuestros hijos que la correcta adquisición y/o potenciación de sus habilidades sociales.
Invertir en las habilidades sociales de vuestros hij@s es algo que aun a pesar de no estar seguros de necesitarlo al 100%, nunca será una mala inversión.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”.
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Resistencia Versus Alianza Terapéutica = Gratitud
Si doy otra vuelta más con el coche y no encuentro aparcamiento, me voy. Todo psicólogo que tenga consulta privada, ya sea en Almería o en cualquier otro lugar ha escuchado esto más de una vez. Imagino que esto es algo frecuente en consultas de todo tipo.
Generalmente este tipo de…vamos a llamarlo por ahora, comentarios. En realidad son EXCUSAS que los pacientes nos decimos a nosotros mismos (me voy a incluir en esto porque por encima de psicólogo soy humano y lo hago seguro en otros campos de mi vida) para justificar nuestros actos y pacificar nuestras conciencias en caso de no asistir a una cita. En el argot clínico, las denominamos RESISTENCIAS.
Pero digo más. Aún en el caso de asistir, lo cual siempre es de agradecer y un síntoma inequívoco de querer cambiar algo que nos está afectando y limitando nuestras vidas. En la sesión inicial, esa primera toma de contacto en la que confluyen los miedos e inseguridades con las extrañezas y expectativas de todo tipo. Desde el “No se para que vengo” al “me encuentro mal y sé que lo necesito”, pasando por el clásico “es la primera vez que vengo a un psicólogo y estoy un poco nervioso/a”, escucharemos también no solo está expresión de sensaciones (que dicho sea de paso es muy bueno que surjan) sino también EXCUSAS tales como, “He estado a punto de no venir”, “esto no creo que sirva para nada”, “si no llego a encontrar aparcamiento me hubiera ido” de un corte más defensivo e incluso en ocasiones derrotista.
Todo esto es NORMAL. Hay que hacer un ejercicio de empatía básico con cualquier persona da igual su edad, sexo o condición para entender que todos ellos vienen a verte a ti que eres un profesional, y por eso vienen, pero al llegar ven a una persona (y también un entorno que es importante cuidar),que no conocen de nada, ante la cual, poco a poco, de una manera gradual, vamos a ir hablando de todo aquello que habitualmente no hablamos con nadie. Ni siquiera en ocasiones ni con sus más allegados (amigos, pareja, familia, …) en busca de algo en ocasiones que no terminamos de saber muy bien qué es (ya que en cada persona es diferente). Vamos a darnos la oportunidad de auto-conocernos mejor admitiendonos a nosotros mismos fallos, en ocasiones incluso pequeñas “taras”, traumas, sucesos vitales que nos marcaron o determinados rasgos idiosincráticos que jamás admitiríamos tener. O si lo admitiríamos pero no nos permitiríamos reconocernos la incidencia de los mismos en nuestro devenir cotidiano.
Conforme esto pasa, mejor me encuentro. Más confianza tengo en este desconocido que hace una semana o dos lo era, pero ya no lo es. Porque casi sin darme cuenta hemos hablado de tantas cosas algunas importantes, íntimas, personales, otras baladíes, pero que me conoce como nunca creí en esa primera cita que ocurrió no hace tanto, como nunca pensé que me llegaría a conocer. Y todo esto pasa con la misma NATURALIDAD con las que las primeras palabras que se dijeron al verse por primera vez paciente y psicólogo fueron ” estoy un poco nervioso/a, es la primera vez que vengo a un psicólogo”.
Esto es la relación terapéutica. Esta conexión que he intentado definir someramente con palabras (y que como todo lo verdaderamente increíble y casi mágico que nos sucede es imposible de definir) y que tiene un incalculable valor para el correcto desarrollo de la terapia y la obtención de nuestras metas. Y digo NUESTRAS, porque si tú eres mi paciente, tu bienestar, tu superación, tus objetivos son tuyos en primer lugar de eso no hay duda pero yo estoy implicado en ese proceso. Y por tanto, orientado a ser lo más ético y profesional posible en la consecución de tus mejoras, y cuando no pueda haber mejoras, pues este supuesto también se puede dar. Intentaré ser lo más humano y didáctico posible para hacérselo ver al paciente y ayudarle en su proceso de aceptación de sus limitaciones.
La relación terapéutica consigue que quien sufre, encuentre apoyo, desahogo, alivio. No hay formulas mágicas. No se deja de sufrir de hoy para mañana. En esta consulta no hay fármacos para tratar o en ocasiones enmascarar problemas o síntomas. Un colega de profesión una vez me dijo, que el problema por el que la psicología no tenía tirón era porque no dábamos nada físico al paciente. Yo no estoy de acuerdo con él. Nuestras herramientas pueden no ser físicas. Pero quien acude a mi consulta encuentra comprensión, apoyo, acompañamiento, consejo, realidad a veces sin cortapisas, sinceridad, profundidad en un mundo este por el que transitamos caracterizado por la superficialidad, hay crítica también pero objetiva no enjuiciadora, y al final, hay OPCIONES. Opciones de conocernos para ser mejores, para superar obstáculos, para abrirnos a nuevos horizontes y alcanzar aquello que queramos alcanzar como personas. No es un viaje fácil, en ocasiones hay que ASUMIR aspectos que no deseamos ni tocar porque nos resultan desagradables, porque nos dan miedo, o porque nos limitan pero aceptamos ese límite con tal de no mirarlo a los ojos. En cualquier caso, el protagonista de este “viaje” siempre es el paciente y el terapeuta su fiel compañero en ese caminar. Es un viaje personal en el que no estás solo. Pero en el que en última instancia tú decides. Pues tú vida es tuya y de nadie más.
Porque no hay que olvidarse de algo. El paciente acude a terapia por un problema X. Pero la terapia no se realiza sobre el PROBLEMA. La terapia SIEMPRE se hace sobre la PERSONA. De la misma forma que la persona SIEMPRE,SIEMPRE, SIEMPRE es muchísimo más que su problema aunque se encuentre en un punto en el que eso lo ha olvidado.
Por todo esto, quiero desde aquí, dar las gracias a todos y todas cuantos me habéis elegido en estos años. Gracias a vosotros/as he podido escribir hoy con orgullo y el conocimiento que aporta la experiencia estas palabras con conocimiento de causa. Este humilde servidor os agradece el haberle enseñado tanto y permitido experimentar la belleza y la bondad de la relación terapéutica a pesar de la dificultad y la responsabilidad que ella entraña y en el formato de consulta privada que es como mejor y más efectiva resulta sin duda la psicología a día de hoy. GRACIAS.
Y para quienes aun no me conocéis. Espero algún día en caso de que lo necesitéis poder tener la oportunidad de materializar estas palabras y poder ayudar en todo cuanto esté en mi mano como siempre he hecho. GRACIAS también.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”.
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¿ El Tiempo lo cura todo?
Que pregunta esta. ¿Verdad?. Todos a lo largo de nuestra vida hemos escuchado esta frase lapidaria alguna vez. Me atrevo a más. Incluso en según que situaciones nos hemos visto tentados a decirla, o peor aún, la hemos dicho.
Lo cierto es, que no es cierto, valga la redundancia. Y en los momentos en los que esta afirmación tiene tendencia a salir de nuestra boca menos aún. Porque la persona que la recibe está en pleno lecho del dolor y esto no solo no le consuela sino que puede llegar incluso a enojarla y, en ese momento tan doloroso ante una frase tan vacía y equivocada, estaría en su derecho de molestarle si es eso lo que le despierta.
¡OJO!. Quien transmite esa frase equivocada lo hace con la mejor de las intenciones y posiblemente con un estado de ánimo afectado. Con un sentimiento de impotencia porque su voluntad es la de ayudar y mostrar su cariño a los presentes y sus respetos a los ausentes.
¿Donde está entonces el gran agravio?. Pues en que sencillamente, lo que le estas diciendo a ese ser querido y doliente es falso. EL TIEMPO NO CURA NADA. Y al decir eso, estás diciéndole a quien peor lo va a pasar que se va a curar y que todo se va a olvidar. Y no nos damos cuenta de que eso no es lo que esa persona quiere. Ni siquiera es lo que esa persona necesita. Esa persona no quiere OLVIDAR. Ni curarse por la falta de alguien tan querido, y menos aún, en un instante así con su dolor “a flor de piel”.
Tenemos TODOS QUE APRENDER. Que no todo se cura. Que somos seres finitos. Que tenemos límites y no tenemos porque poder con todo. Y que no debemos aspirar a curarnos, sino a aceptar o convivir con situaciones en ocasiones para las que el ser humano no está concebido.
Como sería injusto y triste aspirar al OLVIDO cuando a lo que QUEREMOS aspirar es al RECUERDO de quien nos falta. Con un punto de dolor por su ausencia pero con todo el amor dispensado hacía él o ella porque fue un orgullo y un privilegio el que formara parte de nuestras vidas o fuera carne de nuestra carne.
El tiempo no cura. Tan solo nos permite, QUE NO ES POCO, tener perspectiva. Nos permite pasar del dolor más desgarrador al sosiego y después, nos permite el RECUERDO. Es el formato en el que nos suceden las experiencias mas maravillosas y las tragedias mas horrendas. EL TIEMPO ES EL CANAL A TRAVÉS DEL CUAL FLUYE LA VIDA.
Curar lo que no puede ser curado. Reprimir lo que no nos queda más remedio que aceptar porque así nos ha sido impuesto. Es, en cierto modo también, ir “contra natura” por doloroso o antinatural que nos pueda parecer.
A veces, como psicólogo, en mi consulta de Almería. Algún paciente equivocadamente me ha preguntado; ¿Cuando me voy a curar?, a pesar de haber pasado años. La mayor recuperación se produce cuando haces entender a esa persona que nunca se curará. Que no puede curarse de aquello que no tiene cura. Y que su aspiración no debe ser la sanación, sino la aceptación de aquello que le martiriza.
La ACEPTACIÓN tiene muchas bondades cuando realmente se alcanza. Porque se consigue una autonomía y un bienestar que en absoluto son comparables a la presencia de quien nos falta pero es infinitamente mejor que vivir permanentemente en el dolor de su ausencia, o aún peor, en la negación de su existencia y, por ende, de su legado.
Y para alcanzar esa aceptación. Hay dos grandes aliados. LA PALABRA ( en otro post hablaremos algún día de esto, pero en mi consulta hay una máxima para esto que es: “duelo no hablado, duelo no superado”) Y EL TIEMPO (es el día a día. Inalterable. No se parará nunca por nada ni por nadie. Y VIVIMOS EN ÉL. Tan cierto, maravilloso y en ocasiones implacable como la vida misma).
Así que en momentos así, lo ideal es mostrar tu apoyo con tu presencia. No es tan importante lo que dices como lo que haces. Y lo que haces ES ESTAR. Un abrazo, una mirada, una lagrima, un favor en esos momentos de desajuste total son tu mejor apoyo.
Y si hablas porque la persona que lo está pasando mal así te lo demanda. Es mejor decir ” Ahora hay que darse tiempo para intentar asimilar lo que es imposible de asimilar”. Esta es una afirmación cierta a la par que dolorosa también. Es lo que empieza mañana. En cualquier caso, como decía la canción, “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir“. Pero nunca digáis “El tiempo lo cura todo” porque es un cliché falso. El tiempo no cura y menos aún de aquello de lo que las personas no deberíamos aspirar a ser curadas.
“Vives como sientes. Si te afecta, importa”
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